Por: Lina Arango
Como se ha visto con claridad, siempre que una persona decide quitarse la vida, genera un gran impacto en la sociedad a su alrededor. Por supuesto, están los familiares y seres queridos a quienes el dolor consume, en especial por las miles de preguntas que surgen ante esta situación, la impotencia y frustración por no haberlo podido evitar.
Existe otro grupo de personas a quienes impacta de una manera muy fuerte el mismo hecho. Este grupo está compuesto por personas que hemos sufrido o sufrimos de depresión. Para nosotros este tipo de noticias genera diferentes sentimientos, por lo menos en mi caso.
La primera sensación es de angustia, una angustia que yo comparo con la que debe sentir un enfermo de cáncer que se entera de que otra persona con su misma enfermedad y su misma lucha, ha muerto. Hay un frío aterrador que recorre nuestra humanidad recordándonos que la cosa es en serio y que un compañero de batalla ha caído en combate.
¿Seré yo la siguiente? Esta una pregunta que es imposible no hacerse y entonces la cabeza empieza a generar mil ideas por segundo, tratamos de imaginar cómo se sentía, qué le estaría pasando, tratando de encontrar en su respuesta, nuestra respuesta.
La segunda sensación después de un conato de incendio mental es la celebración a la vida. Sí, suena extraño, pero por alguna razón surge una necesidad imperiosa de gritar que estamos vivos, que seguimos aquí; no sabemos por cuánto tiempo, pero aún estamos. En mi caso, necesito reiterar una y otra vez que soy mamá. No es mi única razón de vivir, tengo otras tantas, pero si sé que si todo, todo se agotara, esa sería la única que me mantendría en pié. Así que necesito reafirmar la principal razón por la que sigo aquí, luchando contra este infierno que es la depresión.
El suicidio rompe el silencio cómplice de una sociedad profundamente enferma y grita muy alto todo eso que nos negamos a ver cada día.
Este país necesita quitar el estigma de una enfermedad que cada vez sufren más personas y que nos cuesta la vida de muchos. Necesitamos con urgencia proyectos gubernamentales de prevención y atención a la salud mental.
Necesitamos volver a abrazar la vida, pero una real, no la que nos quieren vender y que tantas frustraciones nos causa. Necesitamos clínicas especializadas para tratar la mente, no manicomios, clínicas humanas.
Pero hoy quisiera solo hacer un llamado a la vida.
Hoy estoy viva, mi razón principal: SOY MAMÁ. ¿Cuál es tu razón?
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