30 abriles de una noche roja



Autora: @luzmatobon 


Por su pensamiento amplio sobre el campo, la reforma agraria, la educación y las transformaciones sociales. Por su frescura alegre que irradiaba calidez. Por sus sueños con un país transparente y equitativo. Con la muerte de Rodrigo Lara comenzó una pesadilla en la que hemos sacrificado a miles de personas con las que intentábamos construir país.

La memoria cuida sus palabras, su mirada, los enojos que a veces desataba, la admiración que provocaba su verticalidad transparente. 

Esos recuerdos agolpados, que hoy arden, pesan como ausencia sobre quienes conocimos la vida pública cerca a él y lo admiramos como solo un joven de 18 años puede hacerlo con un adulto decidido a construir un país con dignidad.

Hace treinta años muchos hacíamos fuerza esperando a que ese colombiano gigante llamado Rodrigo Lara Bonilla pudiera viajar a tiempo a su cargo como embajador, que le ofrecieron para cuidar su vida.

Hace treinta años, Rodrigo Lara vivió su última noche. El 30 de abril de 1984 comenzó una noche larga para Colombia. Una noche en que hemos tributado miles de vidas que extrañamos.

Lo merecía. La vida de Rodrigo Lara era joven. Y gigante.











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